recibí sus órdenes
encima de un sillón
y sobre el velador
dejó con pintura la misión.
dictó con voz de sur
lo que la oscuridad será
lo que el reloj marcará
cuando me escape de su calle
me llevaré todas sus puertas golpeándome al andar.
su pecho me obligó a nacer
llorarle en sus ojos boquiabierto
morderle sus pezones de templo
enterrarle el frío moquillento
cuando enredase en su cuello
el ruido inmenso de no verle, (si ni le hablo, no sé callarle)
yo
desordené su casa
yo desobedecí la distancia
yo no dicté nada en su cama
porque todo fue dicho al unísono, al unicornio que es solo y sordo,
a su cintillo en el espejo, a su boca con ganas,
su cuerpo que nada,
que se para,
que se va.
se fue.
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